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Sida, sexo, pecado, estigma y mojigatería

By junio 7, 2016No Comments

foto de alejandraAntes que nada, comentar que el presente artículo ha surgido de forma natural, a raíz de la preparación de una de las sesiones de La Cubitera que tiene lugar en Adhara y que ha dado lugar a una amplia reflexión que iremos desmenuzando a lo largo de más artículos porque el estigma que existe a día de hoy con el VIH marca profundamente a una persona y es necesario pararse con detenimiento.

Indudablemente, y es algo que muchas personas de una forma u otra, lo muestran, con el diagnóstico de VIH hay un cambio vital, un punto de inflexión. En el discurso de la persona que convive con la infección suelen aparecer expresiones como “antes” y “después”, señalando este punto como algo significativo en su vida. Es en este punto cuando la perspectiva que se tiene de sí mismo, el entorno, las relaciones personales y familiares experimentan un profundo cambio, y como señalamos en un artículo anterior, comienza un proceso de construcción de una nueva forma de ver(se) y de entender(se).

Desde la Psicología, se nos abre una importante vía en la que se pretende ayudar a la persona a transitar por este camino, porque no todo acaba con el diagnóstico y su posterior tratamiento. Indudablemente, la información, el saber en qué consiste tener VIH y el papel que juega un correcto seguimiento de las revisiones médicas periódicas y de la toma de la medicación, proporciona una seguridad, algo sólido en lo que apoyarse desde un primer momento. Tal y como señala Juan Enrique Fernández Romar, “las actividades más importantes y necesarias a desarrollar por los psicólogos frente a esta problemática son: la prevención; el potenciamiento (mediante diversas estrategias informativas, de consejería y de educación) del desarrollo de diagnósticos precoces; y el fortalecimiento de las adherencias a los tratamientos médicos específicos, en especial los que incluyen medicación antirretroviral («Abordaje psicológico de personas que viven con VIH», 2009).

Además, es importante ofrecer alternativas a aquellos aspectos sociales y emocionales que van apareciendo desde el primer momento y que se mantienen o van resurgiendo a lo largo del tiempo, porque no caigamos en el error de que todo acaba cuando la carga viral es indetectable. El VIH acompaña a la persona durante el resto de su vida y aparece el gran reto de integrarla en ella.

Partiendo de la obviedad de que la vida es cambio y movimiento, van surgiendo situaciones que van generando estrés, miedo o culpa (y solo por señalar unos pocos sentimientos) y aquí es determinante que el apoyo emocional esté presente para que sea posible el recorrido sin grandes tropiezos en el camino que va marcando la vida. Y es que en repetidas ocasiones el estigmatizante “trinomio sida-sexo-pecado del que se ha investido a la enfermedad en una cultura donde reina el prejuicio como móvil de la conducta, donde se privilegian la mojigatería, la apariencia y la hipocresía destructiva, sobre la razón, la información y la empatía hacia el doliente”, recrudece la realidad de estas personas (Victoria Ramírez González, 2009), pudiendo llegar a determinar dolorosamente el rumbo de toda una vida.

Una intervención psicológica a tiempo puede parar este tándem, algo que analizaremos más adelante. Es primordial acoger sin prejuicios la historia de cada uno, de cada una, para así abrir un espacio donde se puedan tomar decisiones, expresar sentimientos, abrir nuevos senderos para recorrer y que la persona se vaya haciendo cargo de sí misma y de su vida, del mismo modo que se van resolviendo nuevas situaciones que surgen, porque claro, todo surge de nuevo cuando se quiere iniciar una relación sentimental, cuando se quiere comunicar a algún familiar querido la situación, cuando se quiere mostrar ante alguien. Se torna fundamental el que la persona desarrolle las herramientas necesarias para abordar todo esto. Estamos hablando de que además de las prescripciones médicas, la persona comience a desarrollar una actitud de cuidado hacia sí misma, una actitud amorosa, paternal y maternal al mismo tiempo, que permita conseguir un apoyo interno suficiente como para no derrumbarse ante el consabido trinomio y construir para sí lo que es la verdad de uno mismo, de una misma.

No estamos hablando de limitarnos a poner por medio un condón, que también, o de tomar una pastilla diaria. Estamos hablando de la importancia de poder romper con el propio estigma inyectado por la sociedad para que, como una onda expansiva y siendo el centro uno mismo, vaya llegando a las personas de alrededor y paso a paso, todos esos prejuicios que hay hacia las personas que viven con VIH, vayan derrumbándose. Y esto, solo es posible desde un profundo trabajo personal y especializado. Esta “sabia” sociedad, nos muestra que pedir ayuda es algo negativo, ya que se ensalza la autosuficiencia y la autonomía, y no. No nos engañemos, somos seres gregarios, vivimos en grupos y necesitamos pertenecer a ellos, y dentro de todo eso, el pedir ayuda tiene una función como cualquier otra y no deja de ser un recurso al alcance de nuestra mano para poder seguir adelante libres de cargas innecesarias.

Autor:

José Manuel Guerrero Peral

Psicólogo Sanitario COL AN-03297

Psicólogo Voluntario de Adhara

Ilustración:

Alejandra Martínez Gómez

Educadora Social

Coordinadora de Adhara