
Cuando se habla de salud sexual, lo primero que suele aparecer es la prevención de ITS. Y sí, cuidarse es básico. Pero limitar la conversación solo a eso es quedarnos muy cortas. Según la OMS, la salud sexual no es solo “no tener problemas”, sino un estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad.
O sea, sí: la salud sexual también incluye el placer, las relaciones afectivas sanas, el consentimiento y el acceso a información clara, libre de prejuicios y de tabúes.
El placer también forma parte del cuidado
Durante demasiado tiempo, el mensaje ha sido uno solo: “protégete o sufre las consecuencias”. Como si la sexualidad fuera una especie de campo minado. Pero eso es como decir que haces ejercicio solo para evitar infartos. ¿Y el disfrute? ¿Dónde queda la conexión, el deseo, el goce?
El placer sexual está reconocido por organismos internacionales como parte fundamental de la salud. No es un extra. Es un derecho, ligado directamente con la libertad, la igualdad y la dignidad. Disfrutar de nuestra sexualidad, de forma libre, informada, segura y sin violencia, no es un lujo. Es básico.
¿Por qué hablamos del placer como un derecho?
Porque mejora nuestra calidad de vida, fortalece la autoestima, los vínculos, el bienestar emocional.
Porque a muchas personas históricamente se les ha negado: mujeres, personas LGTBIQ+, personas con discapacidad, personas mayores o racializadas.
Y porque tener el control sobre nuestro cuerpo, nuestro deseo y cómo queremos (o no) vivir nuestra sexualidad es una forma de libertad.
Cuando se niega el placer, se limitan derechos
Negar el derecho al placer no es algo neutro: genera desigualdad y vulnera derechos.
Desde la estigmatización de ciertas orientaciones y prácticas, hasta la falta de acceso a anticonceptivos o a una educación sexual real. También está la carga de los roles de género, que nos moldean desde pequeñxs.
Nos enseñan que las mujeres tienen que ser recatadas, y que los hombres siempre tienen que estar dispuestos. Los hombres gais o bisexuales tampoco se libran: se espera que sean deseables 24/7, con la libido en modo turbo.
Todo eso convierte el sexo en un examen. Y nos deja a todas esperando una nota.
Pero la verdad es que la sexualidad no es un molde único. Cada persona la vive de forma diferente. Necesitamos poder explorar nuestro placer sin culpa, sin filtros, sin encajar en expectativas absurdas. Para eso hace falta información, acompañamiento, y mucha menos presión social.
Dentro del colectivo también hay que revisar cosas
Luchar contra la LGTBIfobia externa es fundamental, sí. Pero también toca mirar hacia dentro.
Porque dentro del colectivo LGTBI+ a veces reproducimos estereotipos y discriminamos a quienes se salen de lo establecido: personas trans, no binarias, personas seropositivas / VIH+, mayores o quienes toman PrEP.
Y esa discriminación interna duele. Porque impide que muchas personas accedan a la información, el apoyo y los espacios donde cuidar su salud sexual y emocional.
La diversidad que hay en nuestra comunidad es una potencia, no un problema. Necesitamos empezar a verla así.
El deseo no tiene fecha de caducidad
Existe esta idea absurda de que el sexo es solo cosa de gente joven. Como si al pasar los 60 el deseo desapareciera por arte de magia.
La realidad es otra: las personas mayores también tienen derecho al placer y a una sexualidad plena, sin prejuicios ni silencios.
Muchas personas mayores LGTBI+ han crecido en entornos hostiles, han sufrido represión, miedo, rechazo. Hoy, además, enfrentan barreras como el aislamiento o la falta de servicios adaptados. Pero el deseo sigue vivo.
La sexualidad no se apaga con los años: evoluciona, se transforma, sigue siendo fuente de bienestar.
Salud sexual inclusiva: eso sí que es avanzar
Defender el derecho al placer no es capricho. Es parte del cuidado.
Hablamos de:
- Consentimiento y respeto como base.
- Educación sexual integral, no moralista.
- Romper mitos sobre cuerpos, prácticas, deseos, edades.
- Celebrar nuestra diversidad sin intentar encajar a nadie en un molde.
El placer no es opcional
La salud sexual no se trata solo de evitar infecciones. Se trata también de cómo nos sentimos con nuestros cuerpos, nuestras decisiones, nuestras relaciones.
Se trata de vivir la sexualidad sin miedo, sin culpa, sin juicio.
Y, sobre todo, se trata de recordar esto:
El placer no es un premio, es un derecho.
