Skip to main content
BlogChemsex

De yo para mí

By febrero 26, 2025No Comments

Testimonio de un ex usuario de Chemsex

“Voy a liberarme.
Voy a dejar de odiarte.
Voy a pensar que la culpa no fue tuya y perdonarte”
(‘Reina’. Alberto Jiménez, Miss Caffeina)

Es complicado echar a andar esta carta porque hubo un tiempo, demasiado largo, en el que no te reconocí. Me faltan datos fiables sobre cuándo empezó todo, en qué momento empezaste a bordear el precipicio. Apenas recuerdo que comenzaste a emitir señales de conductas extrañas. Incurrías en exceso en contradicciones, te escabullías, te descubría en una tensión constante y, por encima de todo, aparentabas que el mundo te sobrepasaba a toda velocidad.

No hubo forma de abordarte porque poco a poco, ladrillito a ladrillito, levantaste una robusta muralla a tu alrededor que, intuyo, te protegía del pánico que te generaba el exterior. Y en torno a ella, una alambrada con la que defenderte de miedos, frustraciones, complejos e inseguridades… Prohibiste el paso a todo el que se acercaba, pero con el tiempo las púas también te iban a impedir salir.

Imagino que durante un tiempo aquello tuvo su (peligroso y seductor) encanto, pero acabó dinamitándolo todo. Ahora me dices que eres más feliz, que todo vuelve a fluir por donde siempre debió hacerlo y que los demonios, que son tozudos y te visitan de vez en cuando, los amortiguas sudando voluntad. Te queda, al parecer, una carga profunda de vergüenza, dolor, remordimiento y un enorme y desproporcionado complejo de culpa. Deslizas que nada de esto debió ocurrir, que no iba contigo, y que como fatal herencia vives a veces en estado de pánico por si alguien dijese, comentase, desvelase, descubriese… Que andas bloqueado por la posibilidad de que algún desconocido llamará una noche a la puerta, a deshora, para cobrarse juntas todas las facturas del pasado…

Foto de Leio McLaren en Unsplash

Nunca fuiste rencoroso… Tremenda paradoja entonces que no sepas perdonarte a ti mismo, saldar cuentas hacia dentro. Todo para los demás, poco para ti. Puede que todo gire en torno a ese déficit. Oyes y comprendes al otro, eres adepto a la teoría social de la “segunda oportunidad”, de aquello tan de Rousseau: “el humano no puede ser malo por naturaleza, es la sociedad la que lo vuelve malo”; que en todo lodazal hay siempre un matojo que merece la pena salvar y una esperanza por la que luchar. Y te aferras a eso como norma de vida, pero no te lo aplicas a ti, en primera persona. A ti te exiges tanto que nunca te has dado un respiro. Quisiste ser tan perfecto que al asumir que no lo eras (como todos, oye) decidiste dar pasitos hacia atrás, siempre en silencio, en busca de la salida de emergencia más cercana. Piénsalo.

Y ahora no sabes convivir con el pasado. Quieres borrarlo, que desaparezca, agujerear el calendario… pero nunca funcionó así. Lo malo seguirá siempre ahí, rondándote, adherido a cualquier recuerdo, porque dominó tu vida durante una etapa demasiado gris. Celebra que no fuera negra. Recuerda: 9-5-20. Agárrate con fuerza a todos los cabos que te lancen, no estás tan solo como creíste. Grita cuando lo necesites. El bosque es grande y de noche espanta, pero amanece y resulta incluso agradable. Siempre que hayas sabido protegerte…

No vas a cambiar lo ocurrido. No puedes, no debes. Te he oído decir que sabes lo que es “pasear por el infierno”, masticar “cosas aterradoras” y descubrir a “personas despreciables”, de las que te sonríen amablemente cada mañana por la calle. Las has visto, las has sentido y también las has imaginado. Imágenes reales e irreales, que no sucedían pero que creíste ver y percibir. Estaban ahí, persiguiéndote desde la nada. Lo más parecido a ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco, mascullas. No cedas, no van a ganar.

Por si no te quedó claro aún, no dañaste a nadie. El dolor te lo infligiste a ti mismo, física y psicológicamente. Valora que saltaste a tiempo del descapotable turquesa de ‘Thelma y Louise’. Si, en el último segundo, porque más de una vez ansiaste cerrar los ojos, agarrar cualquier mano y estrellarte contra el suelo, como en esa escena final, una de tus favoritas, para que todo acabase. Para liberarte. Hasta por cuatro veces (una, dos, tres y cuatro) no funcionó aquella noche, y ahora se te solapan dos cumpleaños, en mayo y en junio. Que eso también tiene su punto…

Yo que tú me esforzaría en valorar la vida en su conjunto. Los últimos años son tan sólo una horquilla temporal, un paréntesis, una puta anomalía. Catastrófica, sí, no te quito razón. Demoledora, caótica, destructiva, aniquiladora… admite demasiados epítetos. Pero también valiosa: la lección es inmensa. Difícilmente van a someterte a una prueba vital más desgarradora. El listón está alto.

Estás a punto de pisar la frontera de los 50. Joder, más de media existencia, que la esperanza de vida en este país no llega a los 90. No merece la pena perder la segunda parte de este tramo enredado en remordimientos. De 1973 a 2023… Yo incluso me lo tatuaría, fíjate…

Besos, abrazos.

Adhara Asociación VIH/SIDA
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Al pulsar “Guardar cambios”, se guardará la selección de cookies que hayas realizado. Si no has seleccionado ninguna opción, pulsar este botón equivaldrá́ a rechazar todas las cookies.”

Al pulsar "Activar todo" podrás disfrutar de la web sin problemas con los vídeos de youtube u otros que necesiten cookies para su total funcionamiento.